Mientras miro esta foto, cuyas copias ahora cuelgan de las paredes de miles de hospitales en todo el mundo, recuerdo a mi amigo John Mayer. Recuerdo cómo me miraba desde la cama del hospital de campaña. El último bombardeo lo había sorprendido mientras caminaba por las calles de París. No había para John nada más importante que su trabajo como corresponsal de guerra. Trabajábamos para el mismo periódico, él redactaba las notas y yo tomaba las fotos. Las explosiones y las balas no lograban amedrentarlo.
Ni bien supe en qué hospital estaba, fui a verlo. Una enfermera de la cruz roja me acompañó hasta su cama.
- Hola Paul – me dijo John
- Hola John. ¿en qué puedo ayudarte? – pregunté
Se quedó pensando unos segundos y luego dijo:
-Tengo comezón en mi pié izquierdo ¿serías tan amable de rascarme? – pidió
Dudé unos instantes y él insistió:
– Por favor Paul, ráscame, ráscame el pie.
Yo levanté la manta para satisfacer su pedido pero con horror pude ver que John ya no tenía su pie izquierdo. Estuve punto de pedirle que me diera alguna pista sobre dónde podía encontrarlo.
La enfermera se acercó a mí y me susurró al oído que John había perdido su pie y no tenían datos de su paradero. Me explicó que alucinaba con que lo tenía.
- También perdió el derecho – agregó acercándose más a mi oído.
- No le permito – dije – la esperanza y el derecho son lo último que se pierde, mi amigo tiene tanto derecho como yo y como usted-
- Me refiero al pie derecho – aclaró.
Me disculpé por mi exaltación y volví a levantar la manta. Verifiqué la ausencia de sus dos pies. Solté la manta que se desplomó sobre el colchón vacío.
- Ráscame, Paul, ráscame – dijo otra vez.
Estuve a punto de decirle que no tenía ninguno de sus pies, pero la enfermera me hizo callar colocando un dedo índice sobre sus labios y me pidió que no lo contradijera, que no estaba preparado aún para recibir esa noticia y que el doctor había decidido que era mejor dejarlo que siga convencido de que tenía todavía sus dos piernas.
Volví a levantar la manta, hice la mímica de rascar su pie izquierdo mientras John ponía sus ojos en blanco y gemía de placer.
- Oh, Paul, muchas gracias, esa picazón me estaba matando.
Continuamos conversando sobre temas intranscendentes, como el clima y cosas por el estilo, cuando John interrumpió la charla para pedirme que ahora le rascara las piernas. Yo levanté la manta un poco más y descubrí que sus piernas tampoco estaban allí.
- Ráscalas, ¡ráscalas ya Paul! – dijo desesperado por la picazón fantaseada.
Otra vez e hice la mímica de rascarle las piernas mientras John se mordía los labios de alivio y me decía:
- Más arriba Paul.
Fui levantando cada vez más la manta pero la cama estaba vacía hasta la altura del cuello. Desconcertado, no supe que hacer y en medio de mi vacilación John dijo:
- Deja. Iré al baño y me daré una ducha, tal vez se me pase.
La cabeza de John se levantó de la cama y se dirigió al baño, la puerta se cerró detrás de él. Luego se escuchó el ruido de la ducha y su voz cantando bajo el agua.
- Mejor no le digamos nada – dijo la enfermera – dejémoslo que siga feliz con sus alucinaciones
- Tiene razón – dije - si en este momento se da cuenta de que no tiene piernas, se podría caer y en su estado un golpe en la cabeza sería catastrófico.
2 comentarios:
Hola Darío
Leí tu cuento en Oblogo. Me encantó, me pareció original, y más que como "humor" lo etiquetaría como "surrealista".
El ritmo está muy bien llevado, los diálogos son naturales, y todo lo que contás se me representó muy visual.
Lo único que tengo para objetar es el final. Creo que el cuento ganaría muchísmo si terminara acá: Luego se escuchó el ruido de la ducha y su voz cantando bajo el agua.
Bueno, es la humilde opinión de una aficionada a la escritura que tiene mucho por aprender, así que tomalo como de quien viene.
¡Felicitaciones por la publicación!
Dario, te dejé un comentario hace un rato, pero no salió publicado, así que acá va de nuevo. Espero no espamearte el blog =)
Decía que leí este cuento en Oblogo, que me pareció buenísimo, muy original, con buen ritmo y dipalogos naturales.
La única objeción, que por supuesto tenés que tomarla como de quien viene (una aprendiz de escritura) es que para mí el cuento termina acá: Luego se escuchó el ruido de la ducha y su voz cantando bajo el agua.
Me parece que si eliminás lo que sigue, el cuento gana.
Te felicito por tu publicación, y ojalá se repita.
Saludos
Publicar un comentario