domingo, 29 de agosto de 2010

EL REIDOR

La vida del reidor es una cosa seria. Cuando yo descubrí mi vocación, paradójicamente, nadie me tomaba en serio, se reían de mí, cosa que obviamente no me causaba ninguna gracia. La única que no se reía era mi mamá porque se preocupaba “Nene, te vas a morir de hambre. Porqué no buscás algo más serio”.
Por suerte conseguí trabajo enseguida en un canal de televisión y empecé a ganar buen dinero. Mi primer sueldo se lo di íntegro a mi mamá, que empezó a juntarse con sus amigas para hacerles escuchar mi risa, que grababa y pasaba en las reuniones de té o en las fiestas familiares, “cállense, que el nene está en la tele” decía en medio de una reunión, y subía el volumen interrumpiendo cualquier conversación por importante que fuera o me pedía que me ría para regodearse con sus amigas por el talento de su hijo.
Con el tiempo empecé a diversificarme y, aunque mi especialidad siempre fue la de reidor, incursioné en el rubro aplausos y llantos. Había un enorme campo laboral en teatro como aplaudidor y luego, gracias a la vinculación entre el espectáculo y la política hice contactos con el mundillo del partido gobernante. Tenía a mi cargo la coordinación de un grupo de aplaudidores en todos los actos partidarios, mitines, etc. No era un trabajo fácil, se trataba de gente muy básica que si no los dirigía correctamente se ponían a aplaudir en cualquier parte del discurso pudiendo echar por la borda hasta el discurso mejor intencionado. En cuanto al rubro “llorones”, tuve que hacer relaciones con los cementerios privados para vender los servicios. Un verdadero ejército de llorones y lloronas que hacían las delicias hasta del más muerto de los muertos.
El servicio con el tiempo tomó dimensiones empresariales y se convirtió en una empresa con influencia estatal en las más altas esferas. Poderosos hombres de negocios contratan nuestro servicio para reírnos o aplaudir tanto en fiestas familiares como en eventos multitudinarios. Actualmente hemos sido contratados para desestabilizar a un par de gobiernos centroamericanos. “No es que vayan a caer por su sola intervención” nos dijo el agente de la CIA que nos contactó “pero sería de una ayuda decisiva. En medio de un discurso oficial, ante el anuncio de alguna mejora o una promesa, los reidores entran en escena desaforadamente. Cuando haya un atisbo de represión o una llamada de atención desde el palco del orador, entrarían en acción los llorones y lloronas desgarrándose las ropas desconsoladamente y ante la retirada del orador los aplaudidores harían lo suyo. Ningún gobierno soportaría de pié semejante ofensiva ante los medios de masivos de comunicación”. Por lo pronto estamos evaluando los riesgos de semejante misión mientras le damos nuestro apoyo al gobierno actual por una suma módica. Después de todo, nosotros apoyamos la estabilidad democrática.

4 comentarios:

Federico Frasisti dijo...

Muy bueno, Me reí bastante. ¿Ahora soy reidor?

Dario Kullock dijo...

Sí. Te falta llorar y aplaudir y estás completo

Lázarus dijo...

Supongo que en ese ambiente laboral sufrir un ataque de epilepsia es ser polivalente.

La lectora dijo...

Se me ocurre que también podrían existir los estornudadores.
Si se divulga el riesgo de la gripe A primero y luego se manda un ejército de estornudadores a sabotear lo que sea, seguro que hay éxito garantizado.