- Estoy como mareada- comentó la empleada apoyándose sobre el mostrador - no sé que me pasa, hoy no estoy bien- agregó.
Una señora que estaba adelante sentenció:
- debe ser el corazón-
Asombrado por la seguridad del diagnóstico me apuré a decirle a la chica, que por fortuna no debía ir al médico ya que esta clienta había encontrado la causa de su mal con más rapidez que cualquiera. La señora se dio vuelta para mirarme y ratificó:
- Lo que digo lo digo por mi propia experiencia-
- ¿Tiene experiencia diagnosticando?- dije.
- No. Lo digo por mi propia experiencia, porque yo también me mareo y es porque tengo el corazón malo- dijo.
- Ah, si es por experiencia entonces yo también puedo diagnosticar- dije entusiasmado ante la nueva posibilidad laboral que se me abría y mirando a la chica dictaminé
- Estás embarazada- y aclaré - no es que tenga experiencia directa con el tema del embarazo, nunca estuve en esa situación, pero mi mujer sí y ya que ayudé con el proceso de gestación y seguí atentamente los concejos del obstetra, del ginecólogo y del neonatólogo tengo autoridad sobre la cuestión. Incluso presencié el parto, lo cual también me califica para ofrecer mis servicios de asistente en el parto suyo, si así lo desea.
Tuve cuidado de advertirle que si el parto fuera por cesárea no podría colaborar, no me parecía bien entrar en terrenos en los que soy lego.
- Pero no estoy embarazada- dijo tratando de convencer a todos, incluyendo a su jefa que la miraba atrincherada detrás de los lentes, y de la caja registradora.
- ¿Cómo estás tan segura?- le pregunté- ¿Vos también hablás por experiencia propia? ¿Ya habías estado embarazada antes o asististe algún parto?
- No, pero es imposible que esté embarazada-
- Pero si a tu edad vos ya debés ser señorita ¿o me equivoco?
- No - contestó.
-¿No qué? ¿No sos señorita o no me equivoco?-
- Si, quiero decir, si, ya fui señorita.
-¿Fuiste? ¿ya no sos más?- dije ya algo confundido.
No hay caso, hay mujeres complicadas, síntoma de su estado de gravidez, pensé. Ella continuó:
- Soy señorita, pero no creo estar embarazada. ¡No estoy embarazada!-
- Entonces la señora tiene razón, estás mal del corazón.
- No, tampoco.
- Bueno, tenés que ser un poco más decidida, y más ahora en tu estado.
- Le digo que no estoy embarazada, no es posible- volvió a decir.
- ¿Preferís estar enferma del corazón o estar embarazada?- pregunté.
- Estar embarazada por supuesto.- y agregó después - pero no estoy.
- No tenés nada de que preocuparte, vendrá con un pan bajo el brazo.- bromeé tratando de que aflojar la tensión.
- Les repito que no estoy embarazada- gritó ahora para todos.
- Bueno, no te pongas así. Le puede hacer mal a la criatura. Dame un kilo de flautitas.- dije
– ¿De manteca? - preguntó la chica aliviada.
- Sí, por favor.- dije evitando volver al tema. Creo que ella quería manejarlo con discreción. Puso los panes en la bolsa y me despidió.
- Adiós- contesté antes de salir y acercándome a su oído susurré cómplice- y que nazca con salud.
Una señora que estaba adelante sentenció:
- debe ser el corazón-
Asombrado por la seguridad del diagnóstico me apuré a decirle a la chica, que por fortuna no debía ir al médico ya que esta clienta había encontrado la causa de su mal con más rapidez que cualquiera. La señora se dio vuelta para mirarme y ratificó:
- Lo que digo lo digo por mi propia experiencia-
- ¿Tiene experiencia diagnosticando?- dije.
- No. Lo digo por mi propia experiencia, porque yo también me mareo y es porque tengo el corazón malo- dijo.
- Ah, si es por experiencia entonces yo también puedo diagnosticar- dije entusiasmado ante la nueva posibilidad laboral que se me abría y mirando a la chica dictaminé
- Estás embarazada- y aclaré - no es que tenga experiencia directa con el tema del embarazo, nunca estuve en esa situación, pero mi mujer sí y ya que ayudé con el proceso de gestación y seguí atentamente los concejos del obstetra, del ginecólogo y del neonatólogo tengo autoridad sobre la cuestión. Incluso presencié el parto, lo cual también me califica para ofrecer mis servicios de asistente en el parto suyo, si así lo desea.
Tuve cuidado de advertirle que si el parto fuera por cesárea no podría colaborar, no me parecía bien entrar en terrenos en los que soy lego.
- Pero no estoy embarazada- dijo tratando de convencer a todos, incluyendo a su jefa que la miraba atrincherada detrás de los lentes, y de la caja registradora.
- ¿Cómo estás tan segura?- le pregunté- ¿Vos también hablás por experiencia propia? ¿Ya habías estado embarazada antes o asististe algún parto?
- No, pero es imposible que esté embarazada-
- Pero si a tu edad vos ya debés ser señorita ¿o me equivoco?
- No - contestó.
-¿No qué? ¿No sos señorita o no me equivoco?-
- Si, quiero decir, si, ya fui señorita.
-¿Fuiste? ¿ya no sos más?- dije ya algo confundido.
No hay caso, hay mujeres complicadas, síntoma de su estado de gravidez, pensé. Ella continuó:
- Soy señorita, pero no creo estar embarazada. ¡No estoy embarazada!-
- Entonces la señora tiene razón, estás mal del corazón.
- No, tampoco.
- Bueno, tenés que ser un poco más decidida, y más ahora en tu estado.
- Le digo que no estoy embarazada, no es posible- volvió a decir.
- ¿Preferís estar enferma del corazón o estar embarazada?- pregunté.
- Estar embarazada por supuesto.- y agregó después - pero no estoy.
- No tenés nada de que preocuparte, vendrá con un pan bajo el brazo.- bromeé tratando de que aflojar la tensión.
- Les repito que no estoy embarazada- gritó ahora para todos.
- Bueno, no te pongas así. Le puede hacer mal a la criatura. Dame un kilo de flautitas.- dije
– ¿De manteca? - preguntó la chica aliviada.
- Sí, por favor.- dije evitando volver al tema. Creo que ella quería manejarlo con discreción. Puso los panes en la bolsa y me despidió.
- Adiós- contesté antes de salir y acercándome a su oído susurré cómplice- y que nazca con salud.
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