martes, 8 de noviembre de 2011

BOMBA Y LUCIÉRNAGAS


Yo le doy a la bomba. A veces ponen el motor pero ahora me mandan a bombear a mano para que se me pase la bronca. Igual a mí me gusta bombear. La bomba de agua parece un enano con un solo brazo y yo le doy para arriba y para abajo y cuando la bajo oigo cómo el agua entra en el tanque que está apoyado en una torre de cemento sobre el techo. Es verde el techo, como el marco de las puertas y de los mosquiteros. El mosquitero de la entrada tiene un aparato que cuando abrís la puerta, se cierra sola y hace un ruido como el chirrido de las puertas en las películas de terror y después… paff, un golpe.
Es el chirrido y después un golpe. Ya lo se y me preparo porque el golpe me asusta pero como hace ese chirrido estoy prevenido. Como cuando hay un relámpago y al rato se oye el trueno. Eso me lo enseñó el abuelo, pero lo de la puerta lo aprendí solo.
El brazo de la bomba de agua, que es roja como un buzón, también hace un ruido finito cuando sube y otro que es grueso cuando baja y a mí me gusta que sea parejo como el latido de un corazón: siiiic, chuuuc; siiiic, chuuuc; siiiic, chuuuc. El corazón también es una bomba pero de sangre y no tengo que parar de bombear porque el agua debe ser como la sangre de la casa y también sale por unas canillas enormes que riegan los árboles de ciruelas y de membrillos. Mañana vamos a comer el dulce de ciruelas que hizo la abuela. Me encantaría que ya sea mañana para comer el dulce. La leche la prepara con agua hervida y una lata de leche condensada que le compran a la lancha almacén. Eso me gusta es como el almacén de casa pero pasa flotando por el río.
El tanque debe estar casi lleno y yo ya tengo los músculos de los brazos todos hinchados. No entiendo para qué le agregan agua si la leche directa de la lata es mucho más rica. Una vez la abuela fabricó dulce de leche. Yo no sabía que el dulce de leche se podía fabricar en casa, pensaba que se compraba siempre así, hecho. Puso la lata cerrada adentro de una olla con agua hirviendo y cuando la abrió ¡zas! Se había transformado en dulce de leche.
El agua empezó a chorrear por las paredes del tanque pero igual no voy a parar.
-Pará- me gritan desde adentro de la casa –Ya se llenó.
Pero yo no voy a parar, ella me mandó y ahora no me para nadie. Cuando le dije “pará” a mi prima no me hizo caso, aunque yo se lo decía a los gritos pero ella no me hizo ningún caso y me rompió todas las flores que había juntado para hacerle un ramo a la abuela y después las tiró al río. Maldita. Tuve que pegarle. A ella nunca le dicen nada porque es más chica. Pero siempre va a ser más chica así que nunca le van a decir nada aunque me rompa las flores.
Ahora el agua chorrea por el techo y las paredes de la casa, estoy haciendo llover sobre la casa. Voy a hacer que llueva hasta que el río suba y se inunde toda la isla.
Siento una mano enorme sobre mi hombro, se que es la mano del abuelo aunque no lo vea, pero igual me doy cuenta. Cuando me doy vuelta veo que está todo mojado. Paro, pero el tanque sigue rebalsando con un ruido de tormenta que se va apagando hasta ser solo gotas aisladas.
Ya es de noche y se escuchan las ranas. El abuelo me da la mano y salimos a pasear por la isla. En la otra mano tiene una toalla pequeña con un pato.
-¿Me la prestás?
Moví la cabeza y él se secó la cara. El aire está lleno de luciérnagas titilando. Fuimos al muelle a ver la luna reflejada sobre la superficie rugosa del río.
-Si juntamos un montón de luciérnagas nos podemos armar un sol- dice. Yo no quiero hablar. Nos ponemos a juntar luciérnagas entre el pasto y las ponemos en un frasco de vidrio.
-Es de los que usa tu abuela para poner el dulce así que mañana las soltamos y ponemos el frasco en su lugar, para que no haya bronca.
-Bueno.
-¿Sabés de dónde sacan la luz estos bichitos?
-¿De dónde?
-Cuando es de día se comen pedacitos de sol y los guardan en la panza ¿ves?
-¿Y cuando se coman todo el sol que hacemos? Se va a quedar la noche para siempre.
-No, porque usan los pedacitos a la noche y después abren la boca, la luz sube, el sol se arma de nuevo y sale.
Nos llevamos el frasco y lo pusimos en la mesita, al lado de la cama.
-Ahora sí es una mesita de luz- dice.
Al otro día salí al parque y el sol ya se había armado.

1 comentario:

melina dijo...

muy hermoso!!!