lunes, 15 de junio de 2009

PENÉLOPE

Cuando Ulises partió, Penélope, en la plenitud de su juventud y dueña de una belleza que desafiaba a la permitida por los dioses, descubrió que el tiempo de la espera era insoportable.
Algunos cuentan que tejía y destejía para escapar de las astucias de sus pretendientes. Pero lo cierto es que Penélope teje y desteje para exorcizar al tiempo.
Encanta y desencanta la arena que baja y sube en su reloj.
Baila y desbaila de día; sueña y desueña de noche las pesadillas que dicen y desdicen las hazañas de Ulises ausente, presente y ausente otra vez.
Penélope cuenta y descuenta las horas.
Así como hace y deshace lo textil, hace y deshace lo textual, escribiendo y desescribiendo para volver al punto de partida: “Los días mueren y vuelven a nacer para morir de nuevo desde que Ulises partió Ulises que desde nuevo de morir para nacer a vuelven y mueren días los.”
Hasta que, muchos años después, Ulises retorna, erosionado por el tiempo que perdió en ganar tantas batallas y encuentra a Penélope tan joven como la había dejado al partir.
Transcurridos algunos días, Ulises muere en su cama matrimonial, con su vieja mano entre las manos jóvenes de su esposa.
Al día siguiente, después de llorar a Ulises que cruzaba el Létheia, Penélope teje su tejido, canta sus canciones, baila sus danzas, sueña sus sueños y finalmente teje su texto “Los días mueren desde que Ulises partió.” Y así, ya anciana, cruza también el río y olvida.

1 comentario:

Dario Kullock dijo...
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