viernes, 8 de abril de 2011

EL QUE NO CAMBIA TODO

Hace ya varios años que estoy atrapado por dos conclusiones que, conjugadas, me dejan en una posición de desesperanza.

La primera es que las iniciativas individuales son ineficientes a la hora de resolver cuestiones como la injusticia social o la relación equilibrada entre el hombre y la naturaleza.

La segunda es la convicción de que las masas, aunque sean protagonistas de su propia historia, no son protagonistas conscientes. Es decir que no eligen su destino, como una nave a la deriva.

Hace algunos días fui a una reunión en la que el disertante, un representante de Greenpace se hacía una pregunta que era más o menos así: ¿Es posible salvar al planeta? La pregunta era retórica en su boca, dado que si él no pensara que es posible salvar al planeta, y por lo tanto a la humanidad que vive en él, no sería un miembro activo de esa agrupación.

Esta desesperanza en la que me encuentro no es una elección, quiero aclarar, sino algo que me pasa. Es como creer o no creer.

De todos modos fui a la reunión porque estoy en la búsqueda de argumentos que modifiquen esta creencia o ,mejor dicho, esta no creencia . Lo escuché sin que la información me haya modificado, para mi desazón. Cuando nos despedíamos el anfitrión del encuentro me preguntó si la charla finalmente había logrado ese objetivo. Contesté que no, y me sentí mal. No por él ni por el disertante, sino por mí.

Sin embargo esta idea siguió circulando en mi cabeza y ,como suele sucederme, tuve una discución conmigo mismo que duró varios días. Entonces concluí que años de militancia me habían instalado la idea de que el activismo debe ser revolucionario, es decir que hay que trabajar por cambios radicales, de fondo, de estructura. Desafiar los cambios "gatopardistas" ya que "el que no cambia todo, no cambia nada", como cantaba Mercedes Sosa. Esta idea es un escollo enorme e inmovilizador.

Es decir: si lo que yo hago no cambia todo, entonces no vale la pena hacerlo.

Si no podemos salvar al planeta, entonces dejemos que el planeta se agote. Si no podemos resolver la injusticia social, entonces dejemos que la humanidad se hundan en la corrupción.

No es una cuestión que ya tenga resuelta, pero empiezo a pensar que si una determinada acción retrasa el agotamiento planetario tal vez valga la pena trabajar en ella.

De lo contrario la idealización de un megaproyecto planetario o revolucionario termina siendo una idea pretenciosa y reaccionaria porque es desmovilizadora.

Por eso, si hoy el anfitrión me volviera a preguntar lo mismo, yo contestaría que sí, mi postura ahora no es la de ayer. Tal vez tenga que renunciar al gran y repentino cambio para encarar uno más modesto, paulatino. Un cambio que haga nuestro tránsito por la vida más saludable para los demás y para uno mismo. Esta es mi nueva idea y deberé trabajar en ella: El que no cambia todo, puede cambiar algo. Si una idea puede mejorar la condición humana, aunque sea parcialmente, tal vez sea necesaria aunque no sea suficiente.

2 comentarios:

Viejex dijo...

Será que soy un optimista irremediable, pero me identifico más con su segunda postura que con la original.

Los cambios radicales en las sociedades son paulatinos. Los cambios bruscos no son duraderos.

Ejemplos sobran.

Saludos.

Dario Kullock dijo...

Buena frase