Desde joven reuní en mí, según mi madre, características de los círculos más cultos, con otras de lo que se conoce como la cultura de la calle. De la primera obtuve lo pacato y estructurado y de la segunda lo ordinario y la falta de personalidad. En síntesis, y siempre según mi madre, "lo peor de cada uno".
Con el correr de los años y de un trabajo de autoconocimiento, llegué a compartir con ella este punto de vista. El descubrimiento de semejante coincidencia, en lugar de acercarme a ella, me distanció durante un lapso de alrededor de diez años que invertí en buscar la forma de ser una mejor persona.
Después de hacer pie en un modesto departamento del centro, me dediqué a buscar una solución a mi problema de idiotez que mi madre se había encargado de divulgar entre mis parientes, razón por la cual todos me dedicaban miradas compasivas durante las reuniones familiares.
Luego de algunas idas y venidas, descubrí que lo que estaba buscando se llamaba “lógica”, un invento de los griegos para dilucidar cuándo un razonamiento esta bien o mal hecho. Posteriormente sería utilizado por Mister Spock en “Viaje a las estrellas” pero está demostrado que primero fueron los griegos.
Feliz con el descubrimiento que resolvería mi escaso criterio y agradecido a la previsión griega, puse manos a la obra y fui a estudiar “Introducción al conocimiento científico”, una cátedra que se dictaba en el Ciclo Básico de la Universidad de Buenos Aires. Puse toda mi voluntad y mi tiempo en comprender esos complejos manuales de lógica proposicional y logré llegar a varias conclusiones interesantes. Uno de mis mayores hallazgos, me enorgullece decirlo, fue que Mister Spock nunca existió, parece que en realidad se trató de un actor llamado Leonard Simon Nimio, que se hacía pasar por él a pesar de que él mismo se encargó de desmentirlo en su autobiografía "I Am Not Spock" en 1975.
Una vez aprobado el curso me dispuse a poner en práctica los conocimientos recién adquiridos. Lo primero que hice fue buscar una pregunta para probarme si estaba en condiciones de resolverla exitosamente. Después de varias semanas de inútil búsqueda y meditación, encerrado en el departamento, mientras veía películas en el cable hasta que me vencía el sueño la pregunta vino a mí: ¿Cuánto tiempo más voy a estar viviendo de esta manera?, ¿Cuánto tiempo puede vivir una persona mirando televisión? Sin las estadísticas necesarias para resolverlo, la pregunta fundamental arribó a mi cabeza, ¿qué hay que hacer para vivir la mayor cantidad de años posibles?
Había descubierto así mi verdadero anhelo, vivir muchísimos años y de ser posible vivir para siempre. Al poco tiempo de empezar a recavar información llegué a la conclusión de que vivir por siempre era poco probable. Investigué en libros científicos, internet, etc. y descubrí que casi todos los que habían nacido a lo largo de la historia de la humanidad habían muerto, salvo los que aún estaban vivos. Puse en juego mis saberes y organicé las ideas tal como lo había aprendido:
1) Las personas vivas del planeta en muy pocos casos llegan a más de cien años.
2) Las personas que habitaron el planeta en el pasado murieron y continúan así hasta el día de hoy.
De lo que se deduce que es más probable permanecer muerto para siempre que permanecer vivo para siempre.
Sin embargo, aunque dejé de lado momentáneamente esta idea, no la abandoné por completo, ya que el universo de personas vivientes no deja de crecer día a día (aunque también el universo de las murientes) y estoy convencido de que la idea no debe ser descartada hasta que hayan muerto todos sin excepción. Recién en ese momento se podrá afirmar de manera irrefutable que “ningún ser humano puede vivir para siempre”, por los siguientes dos motivos:
1) Todos los humanos que vivieron habrán muerto, por lo tanto ninguno vivió para siempre.
2) No habrá ningún humano para refutar esta hipótesis.
Estos fueron mis primeros postulados científicos, pero nadie los tuvo en cuenta. Paradójicamente, el día que mi hipótesis quede comprobada, nadie la tendrá en cuenta tampoco pues nadie estará para hacerlo.
1 comentario:
"No quiero alcanzar la inmortalidad por medio de mi obra. Quiero alcanzarla no muriéndome." Woody Allen
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