En un planeta pequeño había una pequeña habitante que tenía una gran imaginación. Tenía una imaginación tan grande que no cabía en su pequeño planeta, entonces tuvo que imaginar un planeta enorme donde poner su imaginación.
Lo imaginó de muchos colores: azul, verde, violeta y otros que no tenían nombre aún y lo dibujó para mostrárselo a sus amigos y a sus familiares, pero no pudo pintarlo porque no había en su planeta semejante paleta de colores. Está sin pintar, le decían todos y entonces ella explicaba pero nadie entendía porque en el pequeño planeta no se habían creado todavía las palabras para expresar ni describir a su planeta imaginario.
Con el pasar del tiempo el planeta si fue poblando y ella no tuvo más remedio que hacer algunas ampliaciones anexando un sinfín de planetas y planetoides, astros y asteroides, satélites y satelitoides.
A veces viene y me cuenta de sus aventuras por esos universos recién salidos de un huevo, pero su relato está lleno de palabras indescifrables y dibujos incomprensibles.
Ayer, de tanto escucharla y escucharla llegué a entender casi la mitad de las cosas que me contaba, la otra parte me la tuve que imaginar.