viernes, 15 de noviembre de 2013

PROFETA

Y dijo el profeta: "Se avecina una tormenta". El pueblo festejó con fe la profecía. La ilusión y la esperanza renacieron pues era un pueblo agrario y la tierra seca estaba a punto de echar a perder sus frutos. Al día siguiente no llovió pero el pueblo, creyente como era de su único profeta, consumió con avidez sus reservas a pesar de las advertencias del sabio que perdió inmediatamente el respeto de todos por ser, justamente, pájaro de mal agüero.
No llovió esa semana, ni la siguiente. Pasó un mes y luego otro. Los ancianos, los niños y los miembros más débiles comenzaron a enfermar debido a la sequía. El pueblo fue abandonado por sus habitantes. Todos se fueron, menos el profeta que fue expulsado del grupo por su falsa profecía y el sabio por su mala fe. Ambos fueron dejados en el abandono en aquel paraje seco.
Pasó un año sin lluvia durante el cual los dos hombres sobrevivieron masticando yuyos secos y sin cruzar una palabra.
Sus casas semidestruidas carecían de techo, pues nunca fue hecha ninguna reparación. No por desidia sino porque el techo no tiene sentido en un lugar en el que nunca cae nada del cielo. Pero una mañana un grupo de nubes se instaló sobre sus casas y a continuación otro grupo más y en poco tiempo el cielo oscureció y llovió. El profeta y el sabio se miraron y lloraron, aunque esto último no podríamos asegurarlo pues la lluvia y las lágrimas suelen confundirse entre sí. El profeta, entonces, habló: "Después no digas que no te avisé".

3 comentarios:

juan pascualero dijo...

Excelente! Y cambiando algunas circunstancias y personajes nos recordaría alguna anécdota política...

juan pascualero dijo...

Excelente! Y cambiando algunas circunstancias y personajes nos recordaría alguna anécdota política...

Dario Kullock dijo...

eso es lo bueno de la metáfora