-
¿Qué milagro lo trajo de
vuelta- Preguntó Antonio.
-
Ningún milagro. Fue una
tormenta.
-
Pero de qué tormenta me habla,
hombre, hace días que no hay una nube entre estas montañas.
-
Pero abajo hay tormenta, tuve
que salir corriendo con algunas de mis cosas. Lo que alcancé a acomodar aquí.-
dijo señalando el trineo.
Antonio miró a Estrella que seguía dándole vueltas al vehículo, pero
no agregó más nada. El visitante parecía haber dicho esto último para sí mismo.
Pasó adentro de la casa como si fuera la suya y Antonio le cedió el paso como
si lo fuera. Se sentó en el borde del catre mientras se quitaba las botas. Luego
se durmió. Estrella esperó sentada pacientemente. Recién cuando anocheció éste se reincorporó. Volvió a
sentarse en el borde de la cama y miró a su alrededor con extrañeza hasta que
su cabeza pareció aclararse.
Era una noche particularmente ventosa.
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