1923
nacía frío. Como un augurio fúnebre, una de las ovejas jóvenes murió iniciando
una seguidilla de cinco más, sin que Antonio pudiera hacer nada. El rebaño comenzó
a menguar y Antonio, impotente, bajó rápidamente al pueblo en busca de la
medicación necesaria, se estaba quedando sin rebaño. Entró como el viento en el
consultorio del veterinario y se asesoró con él, describió los
síntomas de los animales y le contó que incluso algunos de los animales
preñados perdían a sus crías antes de que estas nazcan. El veterinario le
indicó que debía quemar los cuerpos de los animales muertos ya que el fuego
impediría que los que estaban vivos aún se contagiaran. Cómo pueden los muertos
contagiar a los vivos, preguntó, y el veterinario explicó que cuando las aves
de rapiña comen los restos de los animales muertos, diseminan la enfermedad por
todos lados. No coman su carne ni beban su leche.
En
medio de una tormenta de nieve Antonio apresuró el paso, pero a mitad de camino
no pudo continuar por la ferocidad del viento y tuvo que guarecerse en uno de
los refugios de la montaña. Cobijado allí, mientras afuera la nieve era una
cortina interminable, lo invadió la idea de Eugenia y Estrella solas, a
merced de la peste, la leche venenosa servida en la mesa de la cabaña. Intentó continuar su camino pero la nieve caía
persistentemente, dudó por un momento y finalmente comenzó a caminar alejándose
del refugio. No pudo recorrer más que una decena de pasos y tuvo que
volver sobre sus huellas. La tormenta
duró lo que quedó del día y al amanecer del día siguiente el cielo estaba
enfáticamente despejado. Se puso en marcha y recorrió con dificultad el camino
que lo separaba de su hija y su nieta; la nieve nueva y blanda se abría a cada
paso hundiendo los pies de Antonio casi hasta las rodillas. Pasando por una
casa abandonada semidestruida, se detuvo para arrancar una de las tablas de los
restos de una celosía, la partió e improvisó un par de raquetas que ató a la
planta de sus pies. Con el calzado implementado de esta manera prosiguió su
camino apresurando el paso.
En medio del paisaje nevado, se meneaba con
movimientos de pato, con inusual agilidad. Su aliento agitado salía por su boca
formando una zigzaguearte columna de vapor. En cuanto su casa apareció en el
horizonte ondeante apresuró la marcha. Llegó frente a la puerta, entró y vio a
Eugenia tirada en el piso y ardiendo de fiebre mientras que Estrella gateaba
cerca de ella. La recostó en la catrera y le puso en la frente unos paños
enfriados con agua de nieve, para intentar bajarle la temperatura. Calentó algo
de agua y lavó con ella a Estrella, luego le puso ropa limpia, le dio de comer
y cuando estuvo dormida volvió a poner paños fríos en la cabeza de Eugenia. Salió
inmediatamente de la cabaña y quemó los cuerpos de los animales muertos. No
pasó mucho tiempo para que Antonio relacionara la muerte de sus ovejas con la
fiebre de su hija y conoció el tuvo miedo. Tuvo miedo de
quedarse solo. Siempre había actuado frente a los diversos avatares de la vida
como si un instinto le indicara lo que debía hacer, pero esta vez estaba
desconcertado.
Los siguientes días la fiebre de Eugenia fue disminuyendo milagrosamente
y en el momento en el que todo volvía a la normalidad la fiebre retornó tan
ardiente como al principio. Antonio debió hervir la leche de las ovejas para
alimentar a Estrella, como se lo habían indicado en el pueblo, pero pronto no
quedó ninguna oveja. La temperatura de su hija subía de manera alarmante y
cuando todo parecía perdido volvía a normalizarse. De esta forma iba y venía
azarosamente, hasta que un día ya no volvió a irse y las condiciones físicas de
Eugenia se deterioraron. La octava noche mientras Antonio cambiaba las ropas
empapadas por el sudor de su hija notó su alarmante enflaquecimiento.
El físico
privilegiado y robusto que la caracterizaba había desaparecido para dar lugar a
una continuidad de costillas. La presencia de la muerte se hizo notar en los
huesos de ella. Los dolores de cabeza se hicieron frecuentes y las noches
indormibles. La debilidad le imposibilitaba los movimientos básicos y para
trasladarse de un lugar a otro necesitaba del apoyo de Antonio.
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