miércoles, 9 de junio de 2010

LA LECTORA EN SU AUTO



Otra lectora recorre el blogg y esta vez en auto y con foto incluida. La foto pertenece a Miguel Sampedro y fue publicada junto con el relato en La lectora en la ciudad, el blogg de Anahí Flores. Lo recomiendo.


La lectora se sube a su auto nuevo pero a las pocas cuadras siente un tironeo, un síntoma inequívoco de síndrome de abstinencia. Necesita continuar el libro que dejó marcado en la página 46 con la oreja superior de la hoja doblada. Acostumbrada como está a leer mientras viaja en el colectivo o en el tren, su nueva adquisición automotriz es un estorbo, una molestia imprevista. En el siguiente semáforo despliega el libro en la página señalada y busca el renglón en el que su lectura se vio interrumpida. El tiempo demuestra otra vez su relatividad y lo que para la lectora es un momento insuficiente, para el resto de los conductores es una eternidad y aunque ella ignora los gritos y bocinas, una mano golpea su ventanilla y la devuelve a la realidad. La lectora se detiene junto al cordón para terminar ese párrafo, no puede seguir rumbo al trabajo sin saber cómo termina, y lo mismo le pasa con el párrafo de abajo y luego con el siguiente. La lectora llega tarde. Con el pasar de los días trata de perfeccionar su método de lectura e intenta de varias formas leer cuando el auto se detiene, bendiciendo los embotellamientos porteños, pero sus llegadas tarde la dejan al borde del despido. Finalmente la lectora concluye que manejar un auto y leer son actividades incompatibles y peligrosas cuando van juntas. Los días siguientes la lectora viaja nuevamente en colectivo, vende el auto y recupera sus horas de lectura, los pormenores del tránsito quedaron nuevamente fuera de su universo

3 comentarios:

GL dijo...

Me encantó! Me pregunto qué hubiera sucedido si leía la historia de Fangio... op!

La lectora dijo...

Los escritos vuelan: pero qué ideas las tuyas, jajajajaja!

Darío: una honra estar otra vez aquí en tu nido.

Dario Kullock dijo...

Los escritos vuelan: Me pregunto qué hubiera sucedido si Fangio leía a La Lectora.

La Lactora: gracias por prestarme el tuyo.