El que sigue es un texto que escribí movido por un post de Hernán Casciari, publicado en Oblogo número 34.
El abuelo se conectó temprano esta mañana, como todos los domingos, bueno… casi todos. Aunque en el último año no dejó de hacerlo nunca. La musiquita del chat me sacó de la cama, “La Internacional”. No sé cómo hizo para configurar mi netboock. Pero dadas las circunstancias no puedo asombrarme por tan insignificante detalle.
“¿Cómo estás, nene?”. Voy al baño y me lavo los dientes mientras la Internacional no para de sonar. “Encendé la WebCam que me gusta verte cuando te escribo”.
Antes tocaba la puerta los domingos a las siete de la mañana, no le importaba si me había acostado recién, “Mirá, te traje un recorte del diario Clarín, esto te va a interesar” o “Bueno, yo no te molesto, me siento en el sillón a leer algo y cuando te levantás vamos al bar a tomar algo”, así que yo me vestía íbamos al bar de Jonte y Nazca y pedíamos un café con leche con medialunas para cada uno. Así pasábamos la mañana y antes de despedirnos él envolvía las medialunas, que nunca comía, en una servilleta y me pedía que se las lleve a mis hijas, sus biznietas.
Un mes después de que se murió empezó a chatear conmigo. Al principio pensé que alguien me estaba haciendo una broma pesada. Después de todo el abuelo nunca se llevó bien con el chat. “¿Cómo aprendiste?”; “No hay mucho para hacer, lo básico lo tengo resuelto así que me queda todo el tiempo que quiero para leer, escuchar la radio o aprender estas cosas. Ni siquiera necesito dormir aunque a veces lo hago para no perder la costumbre. Te mando algunos recortes de los diarios en archivo adjunto.”; “Gracias, abuelo”; “¿Cómo están las nenas?”; “Bien, haciendo sus cosas”; “Cuidalas, portate bien”; “Bueno, abuelo, como siempre ¿vos cómo estás?”; “Bien, lo de siempre, esperando los domingos para charlar vos”
Me visto, guardo la netboock en mi mochila y voy al bar de Jonte y Nazca, como siempre. Abro la netboock y la pongo frente a mí. El mozo ya me conoce y trae dos cafés con leche con medialunas.
Pasamos así el resto de la mañana. Al fin nos despedimos y antes de cerrar el chat el abuelo me dice “No voy a comer las medialunas, lleváselas a las nenas”, guardo la máquina, envuelvo las medialunas en una servilleta de papel y se las llevo a mis hijas, como siempre, todos los domingo.
4 comentarios:
Qué lindo, Darío. Y el texto en el que te inspiraste, el del celular y sus mensajitos del más allá, también es fabuloso.
Qué bueno que un texto de calidad pueda servir de disparador de otro texto de calidad!
Las ideas fluyen, circulan de una persona a otra..., generan nuevas creaciones... Con los resultados, ganamos los lectores.
(Detallecito: el de Hernán está en la Oblogo nº16)
Diana.
hola buenisimo lo tuyo!
te segui a partir del circo en oblogo!
genial
te invito por el mio y si te interesa seguirme
saludos!!
Diana y Anahí: gracias por los elogios.
Pablo: dí un paseo por tu blogg, gracias por la invitación y por disfrutar de lo que escribo.
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