Marcelo tiene ese pensamiento tan práctico. Yo se lo digo en tono de reproche pero lo toma como un cumplido. Es lógico en él. Me contesta que yo soy muy sensible y femenina queriendo halagarme- Qué idiota -pienso.
Tomo de a sorbos el cortado. En el bar de Triunvirato lo sirven en un vasito de vidrio transparente. Me gusta ver como la leche, que reposa en el fondo, cambia de forma y de color haciendo pequeñas olas mientras se mezcla con el café que flota en la parte de arriba cuando muevo el vaso.
Marcelo me habla sobre el trabajo, el nuevo cliente y el último negocio. Parece importante, la expresión, los movimientos de los brazos, las manos.
En la calle la gente camina apurada bajo una llovizna que anticipa una tormenta. Una pareja de adolescentes se deja mojar mientras caminan de la mano y solamente se miran.
Marcelo prende un cigarrillo y hace una reflexión sobre la actual política del gobierno.
- Es impresionante -digo. Eso le gusta y continúa desarrollando sus ideas.
Un paraguas roto en la vereda brilla con la luz de un relámpago. Todos corren y pienso en el arca de Noé. Marcelo mientras sigue hablando.
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