Cuando tenía 12 años me regalaron las
obras completas de Julio Verne. Yo ya había leído “Viaje al centro de la
tierra”, “20.000 leguas de viaje submarino” y “De la tierra a la luna” de la
colección Robin Hood. Esos libros me encantaban, con el héroe de los pobres en
el fondo de la contratapa, erguido con su arco, su carcaj y la pluma en la cima
de su gorro. La colección Robin Hood de tapa amarilla me encantó con sus
narraciones ficcionales pero el par de tomos de obras completas de Julio Verne
me sumergió en otra dimensión, me había enamorado del libro como objeto: la
encuadernación en cuero encerraba cientos de delicadas hojas de papel de arroz.
Del lomo cocido salía una cinta angosta que hacía de señalador. Parecía una biblia
y para mí lo era. Ese era “El Libro”.
“La isla misteriosa” fue la primera novela
que me puso en una situación hipnótica que me atrapó de una manera que hasta el
momento no había conocido. Volvía de la escuela con el deseo único de buscar el
libro, seguir la cinta del señalador que, como las migajas de Hansel, me
llevaría de nuevo al punto de la historia abandonado el día anterior.
La cena y el baño eran las malditas
necesidades que la biología interponía como obstáculos entre la aventura y yo.
Llegué a desear que el libro fuera sumergible para no interrumpir la lectura
mientras me bañaba.
Un volcán estaba por entrar en erupción y
yo perdiendo tiempo en la escuela cuando sólo quedaban seis meses para escapar
con vida de la isla que sería arrasada por la erupción volcánica.
Ya antes el inglés Daniel Defoe me había
regalado su Róbinson Crusoe pero esta versión de naufragio en que la ciencia y
la fantasía se daban la mano hizo volar mi cabeza a un nuevo nivel de
ensoñación.
¿Por qué me atrapó de esa manera? Me
pregunté años después. A veces hay que conformarse con el placer y no hacerse
tantas preguntas, ser un simple espectador del universo literario. Me gustó y
ya. Así la pregunta se desvaneció y sólo quedó el recuerdo emotivo del viaje.
Hace algunos días leyendo unas notas de Ray Bradbury vino a mí la respuesta a
la pregunta que había dado por difunta. Respuesta y pregunta vinieron juntas
como si fueran una misma cosa, como la luz de un flash, en el momento en el que
él describía la sensación de sumergirse en Moby Dick para preparar el guión de
la película que luego protagonizaría Gregory Peck. Como un torrente donde
confluían varias vertientes llegó a mí el agua de este río, Robinson Crusoe, La
Isla Misteriosa, Ray Bradbury, y Boris Cirulnik con su investigación sobre la
resiliencia.
¿Todo para qué? Para entender que todos
tienen sus heridas y andan con ellas a cuesta aún a la temprana edad de 12 años
y que tanto Robinson Crusoe como los habitantes de La Isla Misteriosa nos
muestran un panorama esperanzador en el que seres humanos en situaciones
extremas y traumáticas salen adelante transformándose en los héroes de sus
propias desventuras. La resiliencia, esta capacidad de salir mejorado de las
circunstancias más dolorosas.
Ahora, lejos de la infancia, habiendo
sobrevivido a los naufragios, navegando en una balsa o volando en un globo que me
arrancaba de la prisión aplastante de una realidad trastornada para llevarme a
la isla montado sobre los vientos caprichosos, ahí yo construí mi “isla
misteriosa”, junto con Ray Bradbury, Daniel Defoe, Julio Verne y otros amigos
con los que me encuentro de tanto en tanto para que la fantasía le de sentido
al mundo real en el que sobrevive el niño que todavía soy.
4 comentarios:
Creo que nos ha dejado a todos mudos. Es la segunda o tercera vez que leo este artículo y me lleva invariablemente a mis propias noches de insomnio, a los mismos sentimientos de infidelidad a la trama que estaba leyendo, a esa pulsión inagotable e irresistible a dar vuelta a una página más...pero me aturde la respuesta a esa pregunta que yo también me debo haber formulado, porque me suena a revelación.
Abrazos, mi viejo.
Abrazos amigo
Me encantó este relato. Me identifiqué muchísimo con la pasión por la lectura. Y por esas mismas lecturas (más por el lado de Salgari.
UN beso grande.
Diana
Que afortunado eres al haber tenido esos libros a tan corta edad.
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