Querido diario:
Ayer a la noche no pude comerme ni el pelo ni las uñas. Crudos, imposible. Los herví pero no sirvió de nada. Soy intragable. Decidí salvarme de mí mismo y no comerme en lo más mínimo. Ahora estoy eternamente agradecido conmigo mismo por haberme salvado de mí a tiempo.
Prometí ser mi propio esclavo para toda la vida. Ya sé que esas promesas a tan largo plazo son difíciles de cumplir, pero por ahora tengo la decisión.
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