jueves, 3 de febrero de 2011

REVOLUCIONARIOS

Me encontré con algunos ex compañeros en el café “La Paz”, el chocolate caliente sigue siendo de lo mejor. Éramos cinco: Camilo, ex compañero del Partido Comunista; Natalia, ex compañera de un amigo de mi hermano; Silvio, ex compañero de la secundaria y Juan, ex compañero del video club en el que trabajé hasta la semana pasada.

Nos re encontramos gracias al Face Boock. Nos unió la idea de que el mundo debería ser un lugar mejor para todos. Camilo propuso que por el camino de las armas eliminemos al resto de la humanidad y de esa manera, al quedar sólo nosotros cinco todo sería más fácil de organizar. Natalia fue menos radical y propuso hacer una campaña financiera y redistribuir equitativamente el dinero recaudado.

Silvio y Juan estaban indecisos. Yo por mi parte estaba dispuesto a sacrificar la vida por la mayoría. Hasta el momento no había ninguna mayoría pero en cuanto Silvio se inclinó hacia la postura de Camilo yo sacrifiqué la vida. Más específicamente, la vida de Natalia, que no dejaba de molestar con la cantinela de que éramos un grupo misógino. Inmediatamente Juan manifestó su adhesión a la causa. Ahora éramos cuatro. Necesitábamos dinero para las armas, para la gestión y demás. Nos repartimos las tareas. Camilo fue a vender globos al zoológico, Silvio se puso a fabricar alfajorcitos de maicena que yo vendí muy bien en la puerta de la Facultad de Derecho y Juan compraba unos bidones de detergente, los fraccionaba y los revendía.

Al cabo de unos meses volvimos a reunirnos en “La Paz”. El cuerpo de Natalia ya no estaba y aprovechamos la silla vacía para apoyar nuestros morrales verdes. Tomamos un chocolate y fuimos al cine a ver “Che”, “Diario de un motociclista”, “Che, el mito”, “Lenin en octubre”, “El acorazado Potemkin” y “Los bañeros se divierten 2”. Eso más el pochoclo (pororó, según Juan que es rosarino como el Che, razón por la cual lo dejamos seguir viviendo y hasta simulábamos escuchar sus opiniones) agotaron nuestras ganancias. Sólo alcanzó para comprarnos un chicle Bazooka cada uno y nos repartimos los seis globos con la cara del payaso Plin Plin que Camilo no había llegado a vender. Nos fuimos cada uno por su lado mascando chicle y con dos globos en la mano.
A mí me tocó uno rojo y uno violeta. ¡¡¡iujuuu.!!!

4 comentarios:

Viviana Chapa dijo...

Muy real. Por eso mismo triste. Aunque colmado de guiños muy muy divertidos.
Es tal cual, no sé si reirme o llorar.

La lectora dijo...

Es gracioso, me quedé pensando de qué sería el chicle que cada uno se fue mascando.

Anónimo dijo...

Grande, he encontrado lo que he estado buscando

Anónimo dijo...

Então agradável este espaço está muito organizado.........boa:)
Muito Bonito faz mais posts assim !