Cuando terminé de escribir el relato que sigue, lo leí. Antes no lo había leído ya que estaba ocupado escribiéndolo. Cuando terminé, caí en la cuenta de que podría ser un texto apropiado para “La Lectora”. Entonces me levanté de la cuenta en la que había caído y le consulté a la mismísima Anahí sobre la posibilidad de publicarlo simultáneamente, como lo habíamos hecho con "La lectora frente al monitor", "La lectora en el espacio" y "La lectora en su auto". La foto es de la fotógrafa italiana Andrea Galvani.
Aquí va:Leer en la calle te quema la cabeza. A mí se me quemó la cabeza, no me mires así. La gente en el colectivo se alejaba como si fuera un leproso y era por el olor a pelo quemado. Mirá, mirá cómo me quedó, todo chamuscado, todavía me sale humo.
Vos sabés que a mí me gusta leer hasta cuando voy caminando, pero ahora con la presbicia tengo que salir con anteojos aunque vaya al quiosco de la esquina porque si no, no puedo leer. Todo es más difícil, perdés la visión periférica y eso es muy grave porque la visión periférica es la que te permite leer y al mismo tiempo no llevarte un árbol por delante o pisar cualquier cosa mientras vas leyendo y caminando. Y encima se te quema la cabeza.Hoy había un sol que rajaba las baldosas y para cruzar la calle me tengo que subir los anteojos porque sino me mareo, me los pongo en la cabeza como una vincha ¿entendés? Después de cruzar me los pongo otra vez para seguir leyendo. Vos te preguntarás qué tiene que ver lo del sol con lo de los anteojos en la cabeza. La cuestión es que hace una hora, eran las doce del mediodía, me paró el semáforo de Santa Fe y Pueyrredón, así que me subí los anteojos a la cabeza y me quedé ahí, apoyado en el semáforo esperando el verde. ¡Gran error! Al ratito nomás empecé a sentir el olor del pelo quemado, cada vez más fuerte, y después el humo. Te juro que no sabía de dónde venía semejante peste hasta que la gente empezó a mirarme la cabeza ¡Tenía la cabeza como una antorcha! No sabés qué susto.
Al principio pensé que algún turro me había prendido fuego, pero no: era el “efecto lupa” ¿te das cuenta? Los anteojos en la cabeza, el sol, ¿te acordás cuando encendíamos fuego con la lupa en el patio de la escuela? Bueno, lo mismo. Los anteojos me hicieron el “efecto lupa”.
Por eso te digo, después de los cuarenta te agarra la presbicia y ya no podés leer en la calle mientras caminás, por el efecto lupa. Leer en la calle te quema la cabeza.
7 comentarios:
"Que lo parió, Don Inodoro" diría Mendieta. Jamás se me habría ocurrido pero tiene usted toda la razón.
Darío! así que eras vos el que encedía fuego en el patio de la escuelas? ajajajaj que tiempos aquellos! Me encantó tu cuento. hasta pronto!
Viejex: Vió Mendieta? Pasan cosas extrañas por estas llanuras.
Los escritos vuelan: Todo tiempo pasado fue pasado. Es un placer haberla encantado.
Ahora que veo su foto me queda claro.
Un abrazo.
Sería conveniente colocarse un casco debajo de los lentes. O mudarse a Londres.
El problema de Londres es que los libros vienen en inglés.
Ja! Mató Gamar con su comentario.. La única semana que estuve en Londres tuve sol radiante todos los días. Me tocó un Londres trucho?
Leer caminando.. no puedo, me marea, y no me permite mirar a los hombres, aunque sí puedo chocarme alguno simulando que no lo vi por ir leyendo, buena idea.
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