Hora del almuerzo, en el primer campamento de primer grado los chicos hacían fila ante un bidón enorme con jugo de mandarina, vaso en mano para que yo abra la pequeña canilla y deje salir un chorro. A nadie le gusta el jugo de mandarina, ni a nosotros los docentes, ni a ninguno de los chicos, pero por alguna misteriosa razón sólo teníamos litros y litros de ese jugo de mandarina en polvo que no tuve más remedio que preparar para el almuerzo. Queja de uno u otro lado: yo no quiero jugo de mandarina, mandarina no me gusta, ¿No hay de otro gusto?
Y yo: ¿De qué gusto querés?
De naranja. Me dice el primero, entonces le sirvo el único jugo que tenemos.
¿A vos de qué te gusta?
Yo de manzana
Y le sirvo del mismo grifo.
Yo quiero de pomelo
Y así, uno a uno le voy sirviendo a todos.
Mis alumnos ven que les sirvo el mismo jugo a todos, sin embargo lo toman: es verdad, es verdad, tiene gusto de manzana. El mío de naranja. Es cierto, es magia. El mío tiene gusto a pomelo. ¿Cómo hacés para sacar de todos los gustos?
Y así jugamos a tomar el jugo que más le gusta a cada uno, porque si queríamos teníamos de todos los sabores, hasta mandarina.
2 comentarios:
Para mí, de pomelo rosado. Qué tierna historia.
Gracias por visitar mi espacio, ojalá vuelvas.
Saludos.
Ah, qué lindo. La magia de imaginar lo que se quiere. De crear la realidad con la mentalización. (Mentalización: acción con la mente).
Me los imaginé a todos con las bocas pegoteadas por los jugos, con diferentes "bigotes" de colores dependiendo del gusto elegido y de los colorantes puestos en esos jugos en polvo. Los vi azules (de ananá), verdes (de pera), rosados (de frutilla), amarillos (de banana), violetas (de uva)...
(Siempre odié esos jugos tipo Tan, en todos sus sabores).
¡Un abrazo!
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