sábado, 9 de noviembre de 2013

PEPERINA

El otro día me encontré con un marciano. Aquí, en Córdoba; es un lugar al que me encanta venir de vacaciones y también a los marcianos.
Yo estaba tomando unos mates con peperina sentado en una piedra cuando una voz me dice:
- ¿Me darías un amargo?
            Me di vuelta y ahí estaba, reconocí que era marciano por su color verde, su enorme cabeza y los dedos índices de sus manos más largos que el resto y con una luz en la punta.
            Ustedes dirán que no existen los marcianos pero yo hablo de marcianos como un gentilicio general, como quien le dice gallego a cualquier español. No sé si era de Marte, tal vez era de otro planeta, no lo sé. Te reconozco un acento cordobés pero el acento marciano no lo tengo.
            Le di un mate y el sorbió por la bombilla.
-         Tiene yuyos- dijo.
-         Sí, le agregué un poco de peperina.
-         Je- dijo- como la canción de Charly
Se hizo un silencio que no llegó a ser incómodo. Él me miraba y parecía divertirse mientras yo lo observaba.
-         Usted no es de acá.- dije – no tiene nada de acento cordobés.
-         No, vine para el 21 de diciembre de 2012.
-         Para el fin del mundo.
-         Sí.- dijo y se puso a reír- estuve en el Uritorco, pero no fue nadie. Me quedé solito esperando reírme de la inocencia de los humanos.
-         El gobierno cordobés cerró el acceso al cerro- le informé.
-         Sí, me salió mal la broma- dijo con un tono de tristeza que me pareció un fingida.
-         Y el mundo no se terminó.
-         Claramente, lo del fin del mundo lo inventé yo.- dijo con el orgullo de quien acaba de inventar la penicilina o las computadoras.
-         No me diga- le dije alargando la mano para alcanzar el mate que me estaba devolviendo el marciano.
-         Sí- dijo- y no fue la primera vez. Usted tendría que haber visto la cara de Noé, pobre. Cómo se puso a laburar para armar ese zoológico flotante.
-         No me diga que fue usted el que le dijo que arme el arca.
-         Le digo nomás- dijo el marciano- los creyentes se creen todo, no por nada se llaman a sí mismos creyentes. Lo de ahora fue más elaborado. Primero tuve que hacerle el bocho a un par de mayas influyentes para que predigan el fin del mundo en nombre de toda la civilización maya, después a esperar y esperar. Pero la verdad es que no valió la pena tanta espera. Hicieron un poco de alboroto y nada más, yo me estaba preparando para hacerme el festín.
-         Pasa, a veces uno planifica con mucha anticipación y resulta un chasco. Una vez planifiqué una fiesta con tres meses de anticipación y sólo fueron un par de amigos.
-         Eso mismo dice mi mujer- dijo el marciano- tenés que ser espontáneo, Cacho, dejarte llevar por el momento.
-         ¿Usted se llama Cacho?
-         No, no. Pero es como los chinos que aunque se llamen Chiu Liung Min terminan llamándolo Martín porque es más fácil de pronunciar. Usted dígame Cacho y listo.
Le di otro mate- Tome- le dije
-         Macanudo, el del estribo- de un saque hizo chistar la bombilla y me lo devolvió. – Me tengo que ir, estoy armando una nueva cachada para ustedes, empecé a difundir la idea de comer sólo alimentos de seres que no sienten, lo llamo veganismo y está prendiendo como lo del fin del mundo en los tiempos de Noé. En cuanto esté más difundido, voy a hacer correr la bola de que las plantas son seres que sufren y gritan en frecuencias que el oído humano no puede percibir. Van a terminar comiendo piedras.
-         Qué ocurrencias tiene.
-         Yo soy Cacho y hago cachadas, pero ustedes caen en todas.- dijo.

Se subió al canasto de una bicicleta y se fue volando, ya estaba oscuro y su silueta se dibujaba sobre la luna. Al final somos iguales en cualquier parte del universo, cuando hay mate con peperina la gente se relaja y te cuenta todo.

1 comentario:

Graciela Arbiser dijo...

¡Qué ocurrente este Cacho!