lunes, 14 de octubre de 2013

EL ALMA Y EL JACARANDÁ

El vapor de agua trepando, molécula tras molécula, hasta chocar contra la claraboya y dejar de ser lo que es para ser agua, tal vez hielo si la temperatura así lo dispusiera.
Hay muchos estados, los hay de la materia, los hay nacionales, los hay de ánimo y también hay estados de estar, simplemente.
Yo que, como todo, cambio de estado de ánimo, nacional, de la materia o del que sea, a veces soy tan gaseoso que subo entre las hojas del jacarandá que está en la vereda y tan sólido como el tronco de ese mismo jacarandá, o tan líquido como el agua que llueve y se mete desde la mismísima raíz y gracias a ese incomprensible fenómeno llamado capilaridad, sube hasta la hoja y la flor que no sé por qué es violeta en vez de roja o azul.
Pero hay entre todos los estados uno que es el preferido entre los preferidos y es el estado poético. De todos los estados ese es el más humano.
Será tal vez por ser un estado alucinado que hace que la piedra sea escultura, la mancha dibujo, que tus ojos sean espejo, que la brisa sea caricia y tu caricia sea viento, que un abrazo sea cárcel y también cuna.
El estado poético es el lugar en el que podemos estar felices y alucinantes. El mejor lugar es el poético, donde las almas se abren y florecen aunque no sepa bien qué es el alma, pero se abre y florece como la flor del jacarandá de la vereda que se abre desde el centro de su fotosíntesis, que no se lo que es pero se abre como se abre el alma, que no se lo que es pero florece.
Porque no se lo que es el alma, ni tampoco se lo que es la fotosíntesis pero ni a una ni a la otra les importa que yo sepa o no sepa lo que son. Igualmente suceden.

2 comentarios:

Graciela Arbiser dijo...

Me rectifico, Darío,lo poético es de lo mejorcito que escribís (y me ratifico)junto con lo humorístico.

Dario Kullock dijo...

gracias. (¿lo otro no te gustó? jeje)