Zigzagueando durante todo el día por entre las piedras,
ascendiendo, descendiendo y deteniéndose sólo para comer y
descansar, acamparon haciendo un alto en el camino. El tercer día de
marcha arribaron a una planicie entre montañas por la que pasaba un
río breve de deshielo, llegamos, exclamó triunfal, era un pequeño
valle aislado y oculto, hermoso con un suelo verde y pequeños grupos
de flores blancas y amarillas aquí y allá. Las sombras proyectadas
por el sol que se ocultaba, subían por las laderas de las montañas
orientales haciendo desaparecer los contrastes de colores y agrisando
el paisaje. Antonio se dedicó a la construcción de una cabaña
obstinadamente, ocupado desde que el sol murmuraba sus primeros rayos
hasta que suspiraba las últimas claridades del día. Día tras día
hasta que estuvo terminada, con su techo bien apoyado sobre troncos
transversales, los resquicios rellenos con barro y guano. Un hogar
que esperaba la llegada de un invierno que arribaría con nieve como
cada año.
viernes, 17 de mayo de 2013
LA MONTAÑA Y EL RÍO (Parte 9)
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