viernes, 10 de mayo de 2013

LA MONTAÑA Y EL RÍO (Parte 7)


 Dio dos pitadas largas apurando el resto del tabaco, las hebras se chamuscaron en su hueco de madera y desde allí una leve luz de luciérnaga roja brotó, en medio de la claridad naciente del amanecer de la vereda. Soltó una bocanada por un costado de su boca sin sacar la boquilla de entre los labios y entrecerrando sus ojos que miraban a través del humo. Con una mano tomó la valija y dijo vamos. Eugenia apretó contra su cuerpo la muñeca que su madre le había dejad
o en la cuna la noche anterior a su partida.

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