sábado, 1 de septiembre de 2012

La luna en el placard


Hay noches en las que la avenida Juan B Justo cruza Buenos Aires y desemboca en la luna. Podría calcular en qué época del año, qué noche específica el fenómeno se repite, pero elegí el azar para que me sorprenda, para crear la expectativa. De esta manera salgo a la avenida con el anhelo muchas de verla y cada tanto me asombra una luna gigante asomando sobre el puente que pasa sobre la avenida Córdoba.
Por eso camino rumbo a casa, en dirección a la luna que después de haberse detenido unos instantes sobre lo que alguna vez fuera el arroyo Maldonado. Allí se detiene con la ilusión lunática de que el torrente de asfalto vuelva a ser ese curso de agua en el que alguna vez se reflejó.
Voy tarareando una melodía mientras Neruda me cuenta que puede escribir los versos más tristes esa noche, escribir por ejemplo: La noche está estrellada y titilan azules, los astros a lo lejos. La luna comienza a flotar y a elevarse lenta como un animal enorme.
Me gusta pensar que podría ser 13 de septiembre, fecha en que los japoneses se juntaban a mirar la luna, durante el periodo heian. Se dice que salían a reunirse en tertulias bajo el claro cielo del verano y de a ratos hacían silencio para que la contemplación fuera más majestuosa.
En Japón del siglo X miraban la misma luna que en Buenos Aires del siglo XXI, y ella nos mira a todos siglo tras siglo girando alrededor de la Tierra, sobrevolando todos los continentes y los océanos que se ponen en puntas de pie para estar más cerca de ella.
Llego a casa, entro al dormitorio y con la campera en la mano abro el armario empotrado en la pared y así me quedo, extasiado, con la campera en vilo viendo como el cielo estrellado desde adentro se muestra inmenso, “oir la noche inmensa, más inmensa sin ella, y el verso cae al alma como al pasto el rocío”
Cómo entró todo este universo en mi pequeño guardarropa? Mi mente azorada se escondía detrás de mi alma sobrecogida por el espectáculo que mágicamente salía de ahí con sus luces estelares, “el viento de la noche gira en el cielo y canta”.
“Disculpe” dice una voz, desde una cara familiar que se asoma por el fondo del placard, “mañana se lo arreglo, se me fue la mano con la maza. Vio como son estas refacciones, uno sabe cómo empiezan pero no cómo terminan”. Y mientras colocaba un plástico negro sobre el agujero, el universo que mágicamente flotaba en mi habitación caía cómo una marioneta sin hilos.

3 comentarios:

Graciela Arbiser dijo...

Duermo en el aljibe con mi camisón apolillado don dolon dolon duermo en el aljibe con mi camisón. María Elen a Walsh

Viejex dijo...

Muy apropiada me parece la cita de la canción de Maria Elena Walsh, que hace Graciela en el comentario anterior. A mi se me vino a la mente le moraleja que decía el borrachín de la canción de Rubén Blades "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida".

Dario Kullock dijo...

Juro que no estaba borracho