sábado, 26 de mayo de 2012

LA VERGÜENZA

Cierto día, antes que Dios creara a los supervisores, andaba el mismísimo Dios, a falta de personal, supervisando las bondades de su creación y acercose a los únicos habitantes humanos que ocuparon el Edén y ahí estaban Adán y Adama. Desnudos estaban los dos y gozando de lo que Dios les había dado, a saber: el sexo y el amor, lo primero igual que el resto de las criaturas, lo segundo era ya característica excluyente de la especie.

Ocultábanse detrás de unas hojas de parra o de higuera (según la versión que se elija) pero Dios no tuvo gran dificultad en hallarlos puesto que había tenido la precaución de no crear hojas demasiado grandes en ninguna de dichos vegetales.
Fueron, como se sabe, desterrados del Edén y, según la evidencia que la razón impone a los hombres y a las mujeres, el motivo del destierro no fue el sexo ya que el resto de los seres vivos tenían sexo tan impúdicamente como ellos y continuaron en el edén sin mediación de ningún tipo de litigio por usurpación.
Aparentemente fue la conciencia del acto lo que los condenó. "Deberíamos haber seguido teniendo sexo a lo bestia" pensó Adán mientras tomaba de la mano a Adama y salía del Edén sin más que lo puesto, una mujer que lo comprendía y con la incertidumbre que sólo se consigue con la libertad.

2 comentarios:

Graciela Arbiser dijo...

Adama... Adama... esta chica no me suena. Muy bueno, Darío

Dario Kullock dijo...

Ese nombre está en la biblia. Se ve que después se cambió el nombre y tuvo más éxito